
Somos un entramado ambivalente de energías opuestas y complementarias, al mismo mismo tiempo.
Un rompecabezas de yoes, danzando la existencia de la temporalidad.
Escapándonos constantemente de aquellas energías disruptivas para hacer posible la necesaria percepción de “unidad yoica”, sembrada en los primeros años de vida.
Siendo niñ@s, nuestra percepción estuvo direccionada hacia la búsqueda reiterada del amor de mamá y papá, su aceptación y su cuidado. Al fin y al cabo, somos bebés mamíferos que precisan ser cuidados para no morir.
Algunas partes de mí misma, me contradicen. Algunas partes de mí misma, las reprimo para poder ser aceptada por mí misma y por la manada, en una dialéctica constante: el huevo o la gallina del entramado vincular.
La grieta de la consciencia humana se entrelaza con la percepción lineal de la psique: “Si soy esto, no puedo ser lo otro al mismo tiempo”.
Nos cuesta pensarnos duales. Soy esto “o” aquello, y en el mejor de los casos, soy estoy “y” aquello.
Y así nos vamos fragmentando: tirando debajo de la alfombra todas las características que, para alguna parte de la percepción egoica, juegan en contra de ser parte de la tribu.
Pero, y aquí llega la llave que abre el cofre, la energía no se destruye, se transforma. Ya lo dice la primera ley de la termodinámica.
“Como es adentro, es afuera” susurraba Hermes al oído, mientras Carl Jung cantaba en una lengua antigua: “todo aquello que no es aceptado por la consciencia, nos llega como destino”.
De alguna u otra manera, la gran inteligencia cósmica quiere que aprendamos sobre esta energía.
Ya sea por adentro, a través de nuestras vivencias psico-emocionales-transcendentales, o por afuera, en forma de destino.
Entonces, conocer nuestro mapa astral es comenzar a vislumbrar la integridad de la danza ambivalente de todo nuestro ser, y del proceso evolutivo que nos tocó en esta existencia.
Conocer nuestro mapa nos ayuda a navegar en el oscuro océano del misterio, aunque sea con una pequeña linterna que nos comparte nuestro Ermitaño: la luz interior.
Florencia Cristaldo
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